Ojos profundos, ojeras superficiales.
Paso página y estás en todas ellas, cambio de libro y sigues ahí, arranco las hojas y la mano me tiembla. Ya no huelo a tu dulce aroma, me invade el humo de un triste cigarrillo, cada calada un segundo menos de esta vida. Mis pulmones no son los únicos que te sufren. Estoy entre la espada y la pared, queriendo estar entre tus piernas, sólo tengo miedo de que se me congelen las lágrimas cuando llegue el puto invierno, noto el frío mucho antes de que llegue, estoy helada por fuera y también por dentro. Merezco algo más que tu jodido desprecio después de todo lo que te di. Me derrumbo y vuelvo a empezar, pero siempre estoy en el suelo. Cada noche vuelven a abrirse las heridas y por eso nunca terminan de cicatrizar, me di cuenta de que te estaba perdiendo y empezé a morir. Lo único que me diferencia de los muertos es que no estoy enterrada.
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